miércoles, febrero 14, 2007

Día sin desayuno

El auto frenó estrepitosamente, rechinando las llantas y dando medio giro. Enseguida bajaron tres encapuchados con pistolas en mano: ¡Ahora si se los cargó chingada! Gritó uno de ellos, a la par que señalaba con la mano que le quedaba libre una pequeña puerta y los otros dos cortaban cartucho. La puerta no tardó en ser derribada y el comando entró al recinto.

Desde la otra esquina doña Chepa veía atónita el asalto; su nuera cruzó corriendo la calle, la zarandeó y la hizo volver en si: ¡Corra! ¡Corra! Entre las dos mujeres tomaron las cosas del puesto de tamales, que apenas estaban colocando, y corrieron a ponerse a salvo.

Al dar la vuelta a la esquina alcanzaron a escuchar varias detonaciones.

A lo lejos se escuchaba el ulular de las sirenas policíacas que una vez más llegaban tarde al desayuno.

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