domingo, noviembre 25, 2007

Spaghetti Western

Muchos seguramente han visto The Good, the bad and the Ugly, así que dejo esto que me encontré:



Y para que no se queden con las ganas de recordar el momento:



Sin duda alguna Leone hizo muy bien en hacer su "trilogía del dolar".

viernes, octubre 05, 2007

De Hidalgo a Zapata

A mi Hermano Güicho.

Mi vida no se explica si no es con la tuya.

00:45 hrs.

La calle está sola, es uno de esos momentos en los que hasta los perros guardan silencio y el único sonido que llega a mis oídos es el de mis propios pasos. Fijo la vista en un punto y descubro que lo que bebí no ha sido suficiente para hacerme perder la vertical, aun cuando el trago me golpeó con ganas: mezcal Beneva.

Lugar común: “He recorrido éste camino mil veces”.

He recorrido éste camino mil veces: Hidalgo-Guerrero-Zapata. Ahora no lo recorro tan a menudo, pero hubo un tiempo en el que Hidalgo-Guerrero-Zapata, Zapata-Guerrero-Hidalgo ocupaban gran parte de mi día, lo podía recorrer más de una vez y nunca me cansaba, sin embargo, sin importar cuantas veces hiciera el recorrido, siempre debía de terminar en Zapata.
Ahora escucho mis pasos, con el sonido inconfundible de los zapatos de suela dura.
Tres minutos es el tiempo que me lleva llegar de Hidalgo a Zapata o de Zapata a Hidalgo. Es curioso... a Zapata le llevo cien años llegar luego de Hidalgo -por supuesto-, y ahora yo transito entre ellos en ciento ochenta segundos: mi vida cabe en ciento ochenta segundos.
En los pasos que hay de Hidalgo a Zapata encuentro mi vida, y en ella encuentro cada uno de los instantes que me han construido. Encuentro por ejemplo la maquinación de la aventura de los zapatos de goma, las platicas sobre el beis, el fut y el básquet; encuentro la vez que me di cuenta que –por primera y única vez- era más alto que tú; están también las historias de juguetes en la puerta negra, de las compras de dulces en la mesita y los mandados con doña Chema; las caminatas por la barda de la iglesia y los recorridos en bici; y como olvidar los empujones en la avalancha.
Ahora doy menos pasos de los que daba en ese tiempo para ir de Zapata a Hidalgo, y al igual que mis pasos han disminuido, también lo ha hecho el número de veces que recorro la ruta, al grado que hay días o semanas que paso sin pisarla.
De aquellos días a ahora no sólo han disminuido los pasos: la casa vieja se fue, y con ella la puerta con la que cortaste la mano, el lugar de ejecución de la prueba de los zapatos de goma, la cocina de humo en la que jugábamos con lodo, el baño antiguo y su olor penetrante con el retrete al que había que tirarle una cubeta con agua, el callejoncito en el que cobraban vida historias imaginarias, el espacio del lavadero y el área de tendido -donde algunos días ponían a secar una colcha roja, que iluminaba el lugar como si al Sol le hubiesen puesto un celofán rojo-. De todo eso queda poco... al menos poco de lo que es tangible, pues de lo otro, sé bien que entre tu y yo podemos reconstruir todo, ¡hasta burlarnos del tiempo y regresar a esos días con sólo pensarlo! Y si hacemos recuento de los cambios en Zapata seguro que tú también encuentras cosas muy cambiadas y fuera de lugar -al igual que yo lo hago cuando recuerdo a Hidalgo-. Sin embargo lo más importante sigue ahí: tú. ¿Por cuánto tiempo más? No lo sé. Es posible que te mudes, que me mude, que nos mudemos, que cambiemos de residencia, que poco a poco dejemos de transitar la ruta Hidalgo-Zapata-Hidalgo para recorrer unas nuevas. Y entonces muchos ya no te conocerán por Güichito, serás el Ingeniero Salas. Pero eso no importará, al igual que tampoco la ruta tendrá importancia, porque de una u otra forma llegaré contigo o tú me buscarás, y será como en Rayuela, como la Maga con Oliveira: andaremos sin buscarnos pero sabiendo que andamos para encontrarnos. Y no importaran los títulos ni las rutas ni los agregados culturales, serás mi hermano y te seguiré amando, alegrándome de tus alegrías y compartiéndote las mías; escuchando tus cavilaciones, perdiendo en el ajedrez unas veces y ganándote algunas menos.

De Hidalgo a Zapata y de Zapata Hidalgo hay una vida, una sola: la tuya y la mía.


00:48 hrs.

miércoles, agosto 29, 2007

1994

¡De eso ya llovió! Acabábamos de entrar a la secundaria, El Dann creo que usaba unos tenis L.A. Gear, aún vivía su perro el Tiruliru, y él gozaba de bailar imitando el pasito deslizante de Michel Jackson, Caifanes era un hit y en las fiestas -tardeadas y aún sin cerveza- nunca faltaba alguna rola de Ace of Base; Rod Steward, Brian Adams y Sting se convirtieron en los tres mosqueteros; Michael Jordan se había retirado del baloncesto y se dedicaba a jugar béisbol. Si hacemos la resta del año actual menos el año del que escribo... próximamente se requerirán damas de honor para bailar un "valsesito"o "valsito"... ahora tengo una duda... ¿cuál es el diminutivo correcto de "vals"? La verdad, y apelando a un artículo que leí ayer: ¡Me da lo mismo!
En aquel año la Internet era un mito, se sabía que existía, pero no cuando llegaría al país, al menos, en lo personal... sólo lo conocía de "a oidas", si no mal recuerdo, era la época de los modems de 56k, el K56flex (que hacía Rockwell, lo recuerdo bien porque tuve uno y desconfiguré su instalación y luego fue una bronca -para mi, principiante- arreglar el asunto) y el otro que hacía US Robotics, el X2. ¡Ah! Qué tiempos aquellos en los odiabas que descolgaran el teléfono sin avisarte... bueno, yo no supe que era eso en 1994, pero si tres años más tarde, ¿quieren recordarlo? Me encontré con esto:



Ese mismo año ganó Aishwarya Rai -de origen indu- el título a la mujer más bella del mundo, a quien, por cierto, pueden ver ahora en The Mistress of spice. Y ya que estamos en las películas, quién no se acuerda de Pulp Fiction, con aquel inicio del robo del restaurante, o de Forest Gump con Tom Hanks corriendo sin parar o fundando la compañía pesquera Buba Gump y, no podía faltar, para todos aquellos fascinados con las historias de dibujos animados en los que al inicio matan al papá (o a la mamá... como en Bambi) del héroe: The Lion King también se estrenó ese año.
Sin duda ese fue un buen año. Recuerdo que una tarde me la pase pegado al estereo con un cassett virgen en la cassettera para grabar -de WFM- All i wanna do, Mr. Jones, Loser y otras que ahora no recuerdo... pensar que de eso hace ya 14 años!

p.d.
no se dejen engañar por la fecha, este era un borrador... que sólo tenía el titulo y un par de lineas, el resto, lo escribí hoy, miércoles 16 de julio de 2008, y lo "postee" a las 12:41 a.m.

martes, agosto 28, 2007

Piroclasto lo dijo primero

Ayer cuando regresaba a casa maldije no cargar la cámara conmigo, me tope con un par de escenas muy ricas -visualmente hablando- cuando circulaba por Augusto Rodin, allá por Insurgentes. Luego, cuando vi el paisaje al fondo de Insurgentes Sur, maldije de nuevo. Pensé después en escribir algo ad hoc a la ocasión, pero al darme la vuelta por el "blo" del piroclasto, descubrí que el ya había escrito algo como en lo que hoy venía pensando, con el plus de Borges incluido y aderezado con Pearl Jam, así que... mejor los remito al texto en cuestión: Don´t you thing you've done enough

viernes, agosto 24, 2007

¿Frio o caliente?

Afortunado el hombre que se ríe de sí mismo, ya que nunca le faltará motivo de diversión.

Habib Bourguiba


De esto hace ya algunos años. Resulta que un refresco patrocinó un torneo de tercias -de basquetball- y Dann, otro par (que ahora no tengo bien claro quien más iba... creo que el Güicho -él nunca falta en mis aventuras- y al otro ahora si no lo recuerdo), decidimos inscribirnos. La inscripción era en Coyoacán, en las oficinas de una revista deportiva, así que investigamos como llegar, juntamos lo necesario y nos pusimos en camino. No pudimos llegar a la primera. Nos perdimos. Como la calle a la que ibamos hacía esquina con Miguel Ángel de Quevedo se nos hizo fácil comenzar a buscarla desde el cruce con calzada de Tlalpan, cosa que nos costo como veinte pesos más, pues luego debimos de tomar un taxi que nos acercara lo más posible, ya que la calle estaba como tres cuadras adelante de Carrillo Puerto. Cuando al fin pudimos llegar era casi la hora en que cerraban el registro del día. Recuerdo que nos recibió una chica y nos comenzó a hacer la plática, luego le dijo a su ayudante "A ver, tú quitate que siempre la riegas", el ayudante se quitó y nuestra anfitriona siguio: "Huy! Es que ese la otra vez le tiro el café al teclado". Y ahi fue donde apareció la pregunta de burla: ¿Frio o caliente? La burla me duro buen rato, y creo que ahora los testigos no recuerdan el incidente, pero... ¡qué más da! ¡El teclado ya no sirvio!

viernes, julio 13, 2007

La última puta

Ella sale de noche, no siempre la veo, creo que los lunes falta a su esquina, los otros días... ya se ha ido cuando paso.

Hace años que transito por Tlalpan. La primera vez que llegué hasta ésta avenida tendría yo trece años, iba con dos amigos más y nos perdimos: llegamos hasta Tlalpan y Miguel Ángel, de ahí nos pudimos ubicar.

Años después se volvió mi camino de regreso a casa.
El paisaje comenzaba a tomar color luego de Héroes del 47: tacones altos -gruesos unos, delgados otros-, plataformas, bolsos de todos tamaños y colores, hotpants, minifaldas muy “mini”, blusas con transparencias y sostenes ausentes y labios al rojo vivo al igual que las ganas.
A partir de este punto muchos autos bajaban la marcha, otros tantos hacían stop e inspeccionaban más a detalle.

Dicen los conocedores que ahí uno encuentra puros putos. Yo no lo sé. Confieso que al pasar por ahí algunas veces llegué a bajar la marcha o me apresté a la ventana del pesero, pero hasta ahora nunca me he detenido a hacer inspección minuciosa, ¡de lejos todas parecen mujeres! Y yo por mujeres las tomo, ¡total! Si ellos se sienten mujeres, mujeres son.

Antes de llegar al cruce con Miguel Ángel se junta el grupo más numeroso, tres o cuatro chicas esperan ahí a que alguien las invite a algún lugar más cálido, quizás a cenar o a ver la tele, o a ver la tele y a cenar o a pasar un rato de sana inocencia brincando en la cama, porque en la cama es lo que se hace ¿no? ¡Al menos eso aprendí de niño! Pero creo que brincar en la cama es algo muy malvado, si no las madres jamás lo prohibirían, pero como todos hacemos lo prohibido alguna vez… pues me imagino que a eso las invitan, por eso las señoras que van en el pesero ponen cara de “mamá enojada e indignada” y alguna que otra dice con cara se susto “¡mira, mira, ya van a brincar en la cama!”…y yo con la inocencia de niño preparatoriano pensaba: “¡Ah! Con razón mi mamá siempre me dijo que brincar en la cama era malo”.

Pasando Miguel Ángel de Quevedo la soledad invade las esquinas, hay gente en los parabuses, pero las esquinas están solas. Uno regresa la mirada al frente, comienza a pegarse al carril de la izquierda y a acelerar el auto o, en su caso, vuelve la vista al libro o al frente del pesero que no deja de circular por el carril de la derecha, casi rozando la banqueta. Es entonces cuando de la sombras se distingue una silueta, sale a la luz a intervalos irregulares, sale y se acomoda los pechos, se alisa la mini falda, baja un poco más el cierre de la torera y sacude el cabello, luego da dos o tres pasos, media vuelta y regresa al punto de partida, como si hiciera pasarela, sólo que a ella, a diferencia de Naomi o de Claudia, sólo la alumbra el reflector del farol esquinero que, sin falla, se prende al ocultarse el Sol. Es la última puta.

No la descubrí yo, fue Dann quien una vez me dijo “¿no has visto a la niña que se pone por la Villanueva Montaño? ¡Está lindísima!”. Y tenía razón.

No todas las noches estaba cuando yo pasaba por ahí, me imagino que en esas ocasiones de ausencia ya alguien la había invitado a jugar matatena o a brincar en la cama.
Cuando viajaba en pesero procuraba sentarme junto a la ventanilla de la derecha, y ponía especial atención desde una esquina anterior a la suya. Usaba mini falda y blusa escotada, siempre con zapatos de plataforma blancos. La última vez que la vi exhibía sus largas piernas enfundadas en una mini falda muy mini de color rosa y tela brillante, blusa blanca de tirantes muy escotada y sus zapatos blancos de plataforma.
Aquella noche lloviznaba y ella no llevaba abrigo, a instantes cruzaba los brazos y se frotaba para darse calor, la pude ver bien porque el transito era lento y el pesero en el que iba se detuvo largo rato en su esquina. El rimel comenzaba a corrérsele y el planchado del cabello a darse a la fuga, pero ella no dejaba de hacer su pasarela. Luego el pesero avanzó, voltee la mirada y la observé hasta que abandonó mi ángulo de visión. En verdad era linda y no tendría más de veinte. La lluvia no tardó en arreciar y aquel día llegué a casa hecho una sopa.

Aún tomé la misma ruta muchas veces más, pero jamás la volví a ver. Luego los días de la preparatoria terminaron y por mucho tiempo deje de tomar ese camino de regreso a casa.

Han pasado ya algunos años desde aquella última vez que la vi. Dann se mudó al otro lado del Atlántico, yo me mude de vida y el destino azaroso me llevo de nuevo por antiguos caminos.

Hace algunas semanas que he vuelto a usar la misma ruta de regreso a casa, los primeros días en que retome la ruta de Tlalpan me iba por el carril de la izquierda, pero luego pasó que desde que me incorporé a la avenida el transito era tan denso que me fue imposible cambiar de carril, fue entonces que me encontré de nuevo con las señoritas de lindas piernas, pechos descubiertos y buenas intenciones.
No sé que haya sido de aquella puta hermosa, de la última puta de Tlalpan, la que cerraba con broche de oro el paisaje estéril de esquinas desoladas. Ahora en su lugar hay una nueva, muy frondosa... no se bien si sea o no la última puta de Tlalpan, seguro que hay más, pero al menos para mí sí lo es, pues pasando la esquina de Tlalpan y Bugambilia volteo la mirada al frente y mi atención se vuelve a centrar por completo en el volante.

miércoles, junio 20, 2007

Avalancha

¡Uf!, ¡uf!, ¡uf! y re-contra ¡UF! Luego de meses de ausencia me vuelvo a parar por aquí. Lo cierto es que, haciendo caso a un viejo proverbio árabe, decidí quedarme callado un rato [para quien no sepa de que proverbio hablo: "Si lo que vas a decir no es más bello que el silencio: no lo digas.], y siendo sincero, lo que sigue quizá no sea muy bello para muchos, pero como en los blogs se permite de todo (inclusive los sentimentalismos), igual lo voy a postear.

Resulta que hace ya unas semanas me re-encontré con mi viejo medio de transporte: una flamante avalancha roja. Recuerdo vagamente que en esa época (otro ¡uf!, ¡eran los ochenta!), había de dos sopas: o era Huracan, o era Apache.
No recuerdo que tanto haya pegado el Huracan, a mi me dieron una Apache producto de unos vales para juguetes que le daban a mi papá en el trabajo. Si no hubiese sido por los vales quizá jamás hubiese tenido avalancha, no sé que tan caras eran, pero igual no la hubiese tenido; el caso es que me la dieron.
La use en bajadas pronunciadas frenando subitamente (en ese entonces no conocía esa palabra); empujando a mi hermano Güicho o él empujandome a mi para alcanzar "potencia máxima" o "turbo" y luego frenar a la vez que daba un giro de volante y hacía que la avalancha derrapara (imitando al auto-increible)... Y bueno, nunca falto el uso utilitario: mi mamá me mandaba por los refrescos y, como la bolsa pesaba mucho para un niño de mi edad, la montaba en la avalancha y la empujaba hasta la tienda, algunas veces mi hermano el Bibis conducía, era pequeño y cabia con todo y bolsa de refrescos. ¡Huy!, ¡y ni que decir de los accidentes! Caidas, volcaduras, choques... Una vez uno de mis amigos de la primaria se montó en ella, se echo cuesta abajo por una pendiente muy pronunciada y ¡quiso frenar con la rodilla! Rompio todo su pantalón y se peló toda la rodilla, recuerdo que la tía Menus lo curo a limonazo limpio, ¡ah! fue muy doloroso, y eso que yo sólo lo vi. ¡En fin! Accidentes infantiles que creo que de haber leido las instrucciones del vehiculo Apache nos hubiesemos ahorrado. No sé si alguno de ustedes haya tenido avalancha, y mucho menos creo que se hayan fijado en la parte de abajo (donde venían las instrucciones), pero por si tuvieron avalancha y no leyeron las intrucciones que venían debajo en una calcomanía, o por si no la tuvieron pero igual quieren saber como se debería de haber usado, mi tiempo de ociosidad me llevo a descubrirlas (jamás las leí hasta que me re-encontré con mi avalancha hace unas semanas).

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HECHO EN MÉXICO
POR
CÍA. MANUFACTURERA ERC, S.A.
HENRY FORD 336
MÉXICO 14, D.F.
¡IMPORTANTE!
Usa tu vehiculo en tu casa y
cuando salgas hazlo siempre
acompañado de una persona
mayor, transita únicamente
por banquetas y parques.
Cruza las calles por las esqui-
nas fijandote bien que no se
acerquen autos.
No lleves pasajeros adicionales
en tu vehiculo APACHE.
Lubrica periódicamente las par-
tes que tienen movimiento
Modelo 590
Edad
Recomendada
4 a 10 años

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domingo, marzo 18, 2007

Una de gringos

Un director de cine llamado Claudel Chabrol (fránces él), dijo alguna vez que "La tontería es infinitamente más fascinante que la inteligencia. La inteligencia tiene sus limites, la tontería no." Y, para muestra, vean esto:

viernes, marzo 16, 2007

Fairmont 78

Acelerar es uno de los placeres de conducir. Cuando tienes dieciséis, y acabas de obtener tu permiso de conducir, es en lo único que piensas: hacer rugir la máquina a todo lo que da mientras el copiloto le sube al estereo hasta casi reventar las bocinas. No he sido el único ni el primero en obtener permiso de conducir a los dieciséis, tampoco el único en manejar un Ford Fairmont 78 con una garganta y ocho cilindros bajo el cofre, y seguramente hay quienes a los dieciséis han manejado mejores autos que el mío, sin embargo, las historias que a bordo de él ocurrieron se han hecho únicas a lo largo de los años; los amigos que en el viajaron, las citas a las que solícitamente me transporto y luego sirvió de buen refugio… aquel armatoste de lamina firme y recio armazón, guardaba más cosas en la guantera que las pudiese contar en estas líneas, de hecho, no podría contar todas las historias que en él sucedieron o en las que fue activo participante: he "perdido" la memoria y mi fiel corcel de acero sólo hablaría de ciertas cosas, mas no de todas, él también aprendió a volverse desmemoriado. Pero de entre las historias que recuerdo, y que pueden ser contadas, está la que sigue.

Los hechos se han vuelto oscuros, no recuerdo a dónde fuimos aquel día, ni qué hicimos tampoco, de hecho, es más, dudo que los demás lo recuerden claramente, sin embargo, hay una escena que se ha quedado grabada.

¡Ponte chingoooon! Fue lo único que dijo aquel feliz (que a los pocos segundos se volvería -para mi- un desgraciado) borrachín que caminaba sobre el camellón y que tuvo el tino de estar junto al auto en el mismo instante que el motor se apagaba: había sacado el embrague demasiado rápido. Mis acompañantes (el Bibis, Güicho, Dann, …, y ¡no recuerdo quién más!) Soltaron la carcajada en lo que yo intentaba encender la máquina lo más rápido posible para no ser blanco fácil de los cláxones y la ya conocida cantaleta vial del “ta ta ta ta taaa”. Maldije al auto por se viejo y tener el clásico truco de encendido de todo buen auto viejo que se prive de serlo, si quería que encendiera debía reiniciar la operación desde cero, tal como cuando el Windows se llega a trabar o a sufrir uno de los famosos volcados de pila o fallas en el kernell32.dll, ¡Carajo! –dije mientras las risas estaban a su máxima expresión y el borrachín se alejaba bamboleándose por el camellón. La fila de autos comenzaba a crecer, y desde el fondo el rumor de los cláxones venía hacia mi en crescendo. Poner velocidad neutral, bombear gasolina presionando tres veces a fondo el pedal del acelerador, regresar el “suitch” –como solía decir mi mecánico- a cero y, sólo entonces, encender. Hice todo lo más rápido posible, pero olvide un detalle: poner la palanca de velocidades en punto muerto. Arranqué en segunda. El auto se jaloneo y la maquina volvió a apagarse. No podía hacer nada sino comenzar de nuevo: ¡la había cagado! Todos en el auto no paraban de reír, y fue entonces, que con la carcajada atravesada y el impulso del jaloneo, todos gritaron a coro: ¡Ponte chingooon!

lunes, febrero 26, 2007

Me lo conto una sobrina

Sé que es simple, pero me gusto y casi me ahogo con la comida por reirme:

Resulta que Caperucita roja se casó con el principe Azul... y tuvieron un hijo morado!

sábado, febrero 24, 2007

Doña Pechi



El miércoles pasado inició la cuaresma, bien a bien no sé de que se trata todo esto, de mis días de catecismo recuerdo muy poco y mi abuela ahora no esta para responderme mis dudas sobre religión.

He pasado ya el primer cuarto de siglo de mi vida, y recuerdo que mi abuela –como muchas otras- era una mujer devota, muy creyente, quizá un poco más que algunas. Cuando éramos pequeños, solía llevarnos, a mi hermano y a mí, a la iglesia con ella. Esas visitas siempre resultaban estar cubiertas por un velo de misterio, pues mi abuela era la encargada de la iglesia, era la ama y señora de las llaves. Si había misa, ella debía de abrir; si el padre necesitaba algo: doña Pechi se lo proporcionaba; si había que contar la limosna: ella era la encargada… era ella quien hacía plañir a las campanas, quien tenía listos los artilugios para la misa, quien habría la puerta de la torre cuando había difunto y tenían que hacer doblar las campanas… en fin, la iglesia del pueblo en esos años no funcionaba sin doña Pechi. Pero estábamos en las visitas. Doña Pechi iba a la iglesia en horas que no eran de misa, cuando el edificio estaba vacío y, de vez en cuando, nos llevaba a mi hermano y a mí. Mientras ella atendía sus quehaceres, nos dejaba jugar por los jardines: trepábamos árboles, escalábamos por los contrafuertes hasta llegar al techo de la sacristía, vagábamos por los jardines que no estaban abiertos al público y si había un poco más de suerte, nos tocaba ver y poder visitar el cuartito donde se almacenaban los floreros, las cruces en desuso, los santos dañados y hasta un Cristo guardado en una caja de cristal que jamás vi que sacaran de ahí o que lo usaran en alguna procesión o ceremonia, había visto que en la Parroquia ponían uno similar a la entrada el miércoles de ceniza, y los parroquianos pasaban junto a él tocándole con devoción y respeto… como si en verdad aquel fuera el cuerpo de Cristo, pero esa figura de Cristo que estaba en el cuartito, creo que nunca la usaron… en fin… teníamos la iglesia para nosotros solos, y éramos los únicos niños en poder ver la iglesia así: sola, oscura, desde el techo hasta los cuartitos cerrados, y si andábamos jugando en los arcos de la barda no había problema: éramos los nietos de doña Pechi (en ese entonces no lo sabía pero creo que ahora alguien, quizá un malvado empeñado en echar a perder la diversión de dos niños, nos hubiera podido acusar fácilmente de tráfico de influencias o algo parecido). Cuando me tocó ir al catecismo ya conocía la iglesia mejor todos, sabía lo que se ocultaba detrás de cada puerta y, si quería, podría hasta haber tocado la campana sin ningún motivo. Confieso que eso lo quise hacer muchas veces, pero jamás pude, mis fuerzas, en ese tiempo, no daban para jalar la cuerda del badajo tan fuerte como era necesario para arrancarle un grito a la campana.

No recuerdo exactamente en que año fue que mi abuela dejo de cuidar la iglesia, tendría yo quizá unos trece o catorce años. Mi hermano y yo ya no podíamos salir a dar de vueltas alrededor de ella en las bicis, cada quien tenía que hacer tarea de la secundaria y era distinta (dejamos de ir a la misma primaria, cada quien eligió una secundaria distinta), el interés por la iglesia como patio de juegos ya no era el mismo y hasta el párroco había cambiado.

Aún recuerdo claramente una ocasión que a mi abuela le toco ir a vaciar las alcancías de las limosnas y contar todas las monedas, de eso ya hace mucho, aún se usaban las monedas de a 100, con la cara de Carranza de un lado. Había tenido mi alcancía de cochinito, varias de hecho, y algunas las alcancé a medio llenar y las rompí gustoso, pero ver la cantidad de monedas que le cabían a esa alcancía fue asombroso, era un cerro de monedas, con todas esas monedas podría haberle comprado la tienda entera a doña Mellos (la dueña de la única tienda de juguetes en el pueblo –esa será otro historia-). Mi abuela contaba las monedas haciendo montones de a diez mil pesos cada uno. Fue entonces que el padre Armando (el párroco más mal encarado que he visto, yo le tenía un poco de miedo: tenía la mirada muy pesada y hablaba recio) llegó. Yo me quedé quieto y seguí separando las monedas por su valor, era lo que mi abuela me había dicho que hiciera. No sé cuanto tiempo nos llevo contar todo ese dinero, sólo recuerdo que el padre también comenzó a tomar monedas de los montoncitos que yo hacía y luego los metía en un saco de lona que se tenía que llevar (en ese tiempo yo ignoraba que los padres vivían de las limosnas). Lo emocionante, lo realmente emocionante de ese día, y que hizo que le perdiera un poco de miedo al padre, fue que al terminar de contar, ya que no había monedas en el piso y que la alcancía estaba de nuevo en su lugar, el padre metió la mano al saco de lona, tomo una moneda y me la dio “para tus dulces”. Era una moneda de mil, de esas que traían a Sor Juana. No compré dulces, me gaste los mil pesotes en chunche y media, en juguetitos baratos, de aquellos que vendía doña Mellos.

En fin… el miércoles pasado andaba por Coyoacán, fui a visitar a un amigo que trabaja en la alberca olímpica y comimos cerca del centro. Luego de despedirnos recordé que era miércoles de ceniza. Quise ver si encontraba el Cristo en la entrada, pasé a la iglesia que esta cerca del museo Frida Khalo: no había Cristo. Fui entonces a la parroquia que esta en el centro y ahí lo encontré, a la entrada, con la bandeja de las limosnas a su pies y con los fieles acariciándolo cuidadosamente en alguna parte del cuerpo. Seguí la fila y terminé tomando ceniza, pero de regreso a casa me asaltó un por qué. ¿Por qué tomamos ceniza? Además el fraile o sacerdote que me la untó no me dijo la clásica: “del polvo vienes y al polvo volverás” o “polvo eres y en polvo te convertirás”. Pensé entonces ir a preguntarle a mi abuela, al día siguiente, por qué tomamos ceniza, pero casi en el mismo instante que tuve esa maravillosa idea de que mi abuela me quitara la duda, recordé que doña Pechi ya no va más a la iglesia.

Extraño a mi abuela.

martes, febrero 20, 2007

Sentimentalismo Ibérico

Pues bien... alguien ya ha escrito "pronto" –literal- (ver el banner de recaditos en el lado derecho). Creo que hoy ha sido uno de los mejores días desde que comencé esta aventura del "bló" (incitada por el buen Piroclasto), ¡hoy recibí tres comentarios! Pero sobre todo, lo que ha hecho este día redondo, ha sido el tener noticias de mi hermano huido, de aquel que brincó el océano con el fin de encontrarse, de alcanzar sus sueños y correr mundo. Confieso que mi aventura por cambiar la ingeniería por la comunicación, tiene mucho que ver con su partida, con el ver como este chaval se fajó los pantalones y corrió a sacar un pasaporte, una beca (o algo parecido... yo ahora le llamo "sustento artístico”), empacó maletas y se lanzó tras sus anhelos… en fin… lo que sigue ahora es una imagen chillona –literalmente-: tengo los ojos húmedos y siento un par de lagrimas correr mejillas abajo, y a falta de palabras propias para describir la razón de este sentimentalismo, secuestraré las que él me ha dejado… bueno, ya Pablo Neruda (aquel al que mucha gente conoce por su nombre de pila: Ricardo Eliécer Neftali Reyes Basoalto), en una de las tantas cosas sabias que dijo, le recordó a alguien que le hablo de plagio literario: “La poesía (o la literatura) es de quien le da uso, de quien le da sentido y la hace suya con el fin de expresar algo que eso que ya está escrito refleja, es de quien le da vida” [no lo dijo textual, pero así es como yo lo recuerdo].
Antes de reproducir las líneas que Dann ha escrito, debo plasmar una imagen más, una musical, que quizá no viene mucho al caso, pero que ha contribuido al efecto de lagrimeo: al momento de leer las siguientes líneas, sonaba en el i-tunes, una versión de Un beso y una flor, hecha por Seguridad Social, si la tienen… no dejen de escucharla, ya luego la subiré para quien no la tenga a mano.

<<Te pareces tanto a mi...
No he comido, no me importa, estoy cagado de miedo ( pues cada vez que lo pienso creo que me he equivocado) lo único que tengo ahora son 40 céntimos de euro en el bolsillo (6 pesos aprox.), extraño mucho mi país, a mis amigos y familia. No tengo trabajo. Si quiero ir a un casting aqui seguramente me daran un papel de inmigrante o una guitarra y sombrero ( pues todos los mexicanos somos mariachis ¿no?) Tengo 25 años y ninguna carrera, y me he llegado a preguntar si esta vez tendré valor para acabar esta. Pero al final estoy aqui le guste a quien le guste; no pude contra la marea, contra Mi marea. Algunos dicen que tuve valor otros que me moriré de hambre. No me importa.
I choosed life, I choose to create my own life, my special kind of heroine, my world, dreams and magic.
Unas enormes ganas, desde mis uñas, nudillos, muñecas, codos, brazos y cuerpo de abrazarte y felicitarte. Pronto será.
Por ahora me voy a comer un par de huevos revueltos y un poco de arroz que me sobra de ayer, todo esto aderezado con el placer de tenerte como amigo, hermano, ya que todo actor tiene un amigo que es ESCRITOR ¿ no crees?
Y como dijo el viejo:

"Hijo, en lo que sea, pero el mejor"
DANN
>>

Un beso y una flor... en la versión de Seguridad Social

domingo, febrero 18, 2007

Who need reasons when you've got heroin?

La cocina siempre tiene buenas cosas en ella: el refri, comida, restos del almuerzo o la comida o la cena o cualquier cosa comestible que termina siendo el almuerzo, la comida o la cena. También guarda muchas buenas historias, los chismes de la semana, casualidades y en mi caso, algunas reflexiones o algunos puntos de reflexión.

Hoy por ejemplo, llegué al mismo tiempo que mi hermana y mi hermano comenzaban a cenar, cené con ellos sólo por gula (había carnitas), y entre taco y taco salió Milan Kundera con su Insoportable levedad del ser. Hace tiempo que lo leí y que había dejado en el olvido, pero hoy, ahí, de pie ante la barra, salieron a flote ciertas cosas que Kundera dejo dichas en aquel libro. La que más me resuena en la cabeza es aquella que apunta que cada vida es esencialmente insignificante y cada decisión se vuelve en consecuencia esencialmente irrelevante, lo que en teoría trae como consecuencia la poca o nula importancia de la decisiones, pues no estamos atados a ellas, pero al mismo tiempo, esa insignificancia que poseen las hace insoportables… y fue entonces que el pensar en las decisiones me llevo a querer ser Renton [ver Trainspotting]:

Choose life. Choose a job. Choose a career. Choose a family, Choose a fucking big television, Choose washing machines, cars, compact disc players, and electrical tin openers.

Choose good health, low cholesterol and dental insurance. Choose fixed-interest mortgage repayments. Choose a starter home. Choose your friends.

Choose leisure wear and matching luggage. Choose a three piece suite on hire purchase in a range of fucking fabrics. Choose DIY and wondering who you are on a Sunday morning. Choose sitting on that couch watching mind-numbing sprit-crushing game shows, stuffing fucking junk food into your mouth. Choose rotting away at the end of it all, pishing you last in a miserable home, nothing more than an embarrassment to the selfish, fucked-up brats you have spawned to replace yourself. Choose your future. Choose life.

I chose not to choose life: I chose something else. And the reasons? There are no reasons. Who need reasons when you've got heroin?

Y esto… ¿por qué? Pues resulta que al fin me decidí: Dejo ingeniería. Me llevó más de un año decidirme, pero al fin lo hice. Luego de confrontar mis escenarios posibles creo que es lo mejor que puedo hacer por ahora. Sin embargo, ahora que estoy a días de que la decisión se materialice comienzo la añoranza.
Hace una semana fui a la facultad, a la HHH Facultad de Ingeniería. Ahí estaban el He-Man, M y la hormiga. Luego ví a J, a lo lejos estaba C y ya no quise ver más. Quizá lo cierto es que mi vocación está en otro lado, pero el estar ahí, en ese edificio tan solemne y que tanto impone, con sus pasillos pulidos y su quietud, con toda la historia a cuestas… Comienzo a extrañar a mis amigos, las caminatas del anexo al principal y viceversa… a los Chorros… y si he de extrañar a alguien en particular, hay dos amigos que vaya que extrañaré ver por las mañanas y por las tardes, en el camino a la universidad o en la última clase: Virginia (conocido por otros como “el Cachetón”) y el buen Manolo (uso su nombre porque él es hombre de la vida pública… inclusive, lo pueden conocer aquí: www.piroclasto.blogspot.com). ¡Ah! Como decía el Franky Boy That´s life! Extrañaré esas charlas amenas a media clase de Lineal, ese intercambio de datos curiosos de todo tipo (musicales, cinematográficos, literarios y demás), pero bueno, siempre esta el blog-piroclasto a mano. Y de Vicky… bueno, mi estimado creo que pronto alzará vuelo y sólo espero que la mina en la que trabaje sea más linda que las que conocimos gracias a Pasta de Conchos.

Aún hay mucho por decir, tengo un nudo en la garganta que me llega hasta los nudillos y no me deja escribir… quizá es el tope que me pongo siempre cuando comienzo a escribir sobre mí y una voz en la cabeza me recuerda lo que Émile Zola decía sobre los escritores: Un buen escritor no escribe sobre su vida, sino sobre sus vidas posibles. En fin… aún no soy escritor por completo y aún no soy bueno… así que me permitiré este desliz de exteriorizar mi nostalgia futura por todo lo que dejo de momento. Sé bien que la facultad estará ahí a mi regreso, que mis amigos estarán ahí cuando les llame, pero si algo no podrá repetirse, será esa combinación, sin igual, que era tener al todo junto.

So…

I chose not to choose life: I chose something else. And the reasons? There are no reasons. Who need reasons when you've got heroin?

Por hoy desearía ser Renton.

miércoles, febrero 14, 2007

Día sin desayuno

El auto frenó estrepitosamente, rechinando las llantas y dando medio giro. Enseguida bajaron tres encapuchados con pistolas en mano: ¡Ahora si se los cargó chingada! Gritó uno de ellos, a la par que señalaba con la mano que le quedaba libre una pequeña puerta y los otros dos cortaban cartucho. La puerta no tardó en ser derribada y el comando entró al recinto.

Desde la otra esquina doña Chepa veía atónita el asalto; su nuera cruzó corriendo la calle, la zarandeó y la hizo volver en si: ¡Corra! ¡Corra! Entre las dos mujeres tomaron las cosas del puesto de tamales, que apenas estaban colocando, y corrieron a ponerse a salvo.

Al dar la vuelta a la esquina alcanzaron a escuchar varias detonaciones.

A lo lejos se escuchaba el ulular de las sirenas policíacas que una vez más llegaban tarde al desayuno.

lunes, enero 29, 2007

De la Suave Patria al Decálogo del Orador

Es curioso como las vidas se pueden ir sobreponiendo unas en otras, asemejando escalones. Pensaba en esto mientras transcurría un acto de homenaje al que fui invitado el viernes por la tarde. Se conmemoraban cien años del natalicio de José Muñoz Cota, uno de los grandes oradores que tuvo México en el siglo XX. La ceremonia se celebró en un recinto peculiar: la casa del Poeta Ramón López Velarde, que se ubica en la colonia Roma, casi donde hacen esquina la avenida Alvaro Obregón y la calle de Cordoba.

López Velarde nació a finales del siglo XIX, en 1888, para ser exactos. Abogado y poeta, más poeta que abogado, tuvo el toque para escribirle a sus mujeres y a la patria, y se volvió inmortal por esto. Algunos seguramente recuerdan el poema que le escribiera a Fuensanta, en otros casos, recordaran alguna vez haber leído o escuchado la Suave Patria.

Por otra parte, José Muñoz Cota nació en 1907, y durante su etapa preparatoriana se inició activamente en la oratoria.

La poesía y la oratoria usan la palabra puntualmente, de eso no hay duda. Y estando allí, en la casa de López Velarde, este pensamiento tomó una dimensión diferente.

El acto se llevó a cabo en una especie de sótano bien acondicionado para exposiciones y eventos de este tipo. Por fuera, la casa conserva la fachada original, sin embargo, por dentro se notan las remodelaciones de que ha sido objeto.

Al llegar al recinto ubiqué de inmediato a algunos conocidos, a la viuda del Maestro José Muñoz Cota y me dirigí a saludarlos. Ella me presento con quienes presidirían la mesa en aquella ocasión, entre ellos José Monroy Zorivas -a quien recuerdo por los anuncios que había de él por todo Coyoacán cuando aspiró a ser delegado en las elecciones de 2006-, a los otros los veía por primera vez: Bernardo Salazar, Fabián Hernández y Jesús Boanerges, todos ellos discípulos de José Muñoz Cota.

Debo decir que no conocí a Muñoz Cota en persona, pero luego de tanto discurso panegírico uno siente que en verdad lo hizo. Pasan los minutos y sólo escucho que hablan a lo lejos, hace rato que el discurso de los ponentes raya en lo mismo y mi atención la han perdido, su viuda –a quien conozco desde hace un par de años- no hablará esta tarde. La chica de enfrente se pelea con la envoltura de una tutsi-pop; el discurso de Bernardo Salazar debe de ser gracioso porque el tipo que esta dos lugares a mi izquierda ríe a cada rato a carcajada abierta mientras todos los demás guardamos la seriedad, una de dos: o es el único que está poniendo atención o no sabe reírse discretamente.

La cosa cambia cuando le llega el turno de hablar a Monroy Zorrivas. Abre la boca y comienzo a comprender porque era el protegido de Muñoz Cota, el público presente se recompone en sus asientos y los oídos se pelean por alcanzar cada una de sus palabras. Habla sobre el destino de la oratoria en México, sobre el amor a la lectura, sobre el cariño que le guardaba el maestro a doña Alicia y como ella le alentaba en todas sus actividades y le cuidaba y le quería y le sigue queriendo. Cuenta algunas anécdotas y habla de lo debe de ser un orador, una persona congruente con lo que piensa, dice y hace. Recuerdo que Cicerón decía que el orador debía de conmover y convencer y percibo como Monroy Zorrivas ha llevado a cabo esto en los escasos diez minutos que nos ha hablado. Termina su discurso –improvisado, tal como lo ha hecho saber- y deja el ánimo del auditorio prendido. Es buena hora para terminar el evento, pero el moderador dispone que se escuche la opinión del público, lo que causa que la atención se vuelva a perder y el final del evento quede flojo.

Al salir del homenaje, ya de camino a casa, mientras recorro la calle de Cordoba, sigo pensando en la coincidencia López Velarde–Muñoz Cota. Recuerdo entonces lo que solía decir el maestro y que constantemente se enuncia cuando se habla de él:

El hombre es su palabra ella lo concreta y lo define,
es su retrato, su imagen fiel, cada hombre nace con ella;
con la suya precisamente.

domingo, enero 28, 2007

Ruptura

La familia siempre es lo más importante, al menos Josefa lo creía así. Todos los días se despertaba de madrugada y comenzaba la rutina: los zapatos del padre debían de estar bien lustrados; el vestido de la madre sin arrugas y el velo dispuesto en el perchero de la entrada, listo para cuando saliera con rumbo a la iglesia a escuchar la misa de las seis. También debía apurarse con el desayuno y luego ayudar a sus hermanas mientras se acicalaban para acompañar a su madre a misa. No podía faltar nada. El mínimo error podría ser fatal. Sería imperdonable que fallara en las que eran sus “únicas tareas por ser la menor de las hijas”, como le decía su madre. De sus hermanas, ninguna se había casado, pero ella, a sus cuarenta y cinco años, aún soñaba con el día en que un ilustre caballero “digno de emparentar con la familia” –como solía decir su padre-, llegase a pedir su mano. Fue entonces, mientras soñaba despierta con tan dulce futuro, que ocurrió el fatal descuido: dejo uno de los zapatos paternos con el cordel disparejo, de forma que su señor padre no pudo anudar el moño en forma simétrica. Los gritos resonaron por toda la casa. Josefa había fallado.

Parsimoniosamente Josefa empacó sus cosas en una vieja valija y salió de casa calladamente. Bajó despacio por la escalinata que llegaba hasta la calle, sin voltear siquiera a ver la casa que había habitado durante toda su vida y sólo hasta que estuvo por completo fuera de la propiedad paterna en su rostro comenzó a dibujarse un gesto, mientras por una de sus mejillas rodaba una lagrima fina y diminuta, sus labios esbozaban una leve sonrisa.

jueves, enero 25, 2007

Dame más gasolina... a mi me gusta la gasolina...

Pues... hace unos días me vi en la necesidad de pasar a ponerle un poco de combustible al automóvil que día a día me facilita la vida, y fue ahí, en aquel oasis que PEMEX concesionó a un exdiputado (según cuenta la vox populi), que pude ver como eran rotas las leyes de la física que por años mis profesores habían luchado para que yo aprendiera y comprendiera.

Recordemos ahora lo que se supone aprendí en la escuela... Mmm... –pienso-, Los líquidos... –sigo pensando-, ...Uno de los tres estados de la materia es, precisamente, y valga de redundancia, el estado líquido. Según recuerdo (y ante la duda recurrí a un libro de conceptos generales de física, llámese “Conceptos de física” por Hewitt, ed. Limusa para quienes deseen verificar), los líquidos son prácticamente IN-COM-PRE-SI-BLES, lo cuál quiere decir que no se pueden aplastar... Mmm... –recuerdo- “Los líquidos toman la forma del recipiente que los contiene”... Pienso: Si los líquidos toman la forma del recipiente que los contiene y los líquidos son incompresibles, por más que menee una jarra de un litro, ¡no voy a hacer que le entre más de un litro! A menos que le cambie en extremo las condiciones de presión y temperatura, cosa que fuera de un laboratorio sería ¡imposible! Peeero... Les decía, en ese oasis de PEMEX, presencie lo contrario y para muestra, un botón:


El señor de la foto mueve su Datsun mientras le ponen gasolina a su auto... ¡Es que así le entra más! Y no lo dudo, seguramente cuándo se subió al auto vio que el indicador de gasolina indicaba un poco más, ¡Por supuesto! Si está clarisimo: ¡Los líquidos se comprimen cuando se les menea!

martes, enero 23, 2007

No hay parada pasando la calle

La rutina del transporte es la misma todos los días, sin embargo hay detalles que día a día terminan por hacerla única.

Por la mañana la ruta casa-escuela está llena de transito, estrés y prisa por llegar a la primera clase. Quizá hay muchos puntos dignos de resaltarse pero, al igual que muchos sueños se olvidan al despertar, estos se borran al entrar al salón de clases y ser recibido por el profesor con una pregunta a boca de jarro: A ver... ¡usted! ¡el que acaba de llegar! ¿Qué comprendió de la lectura?

El regreso a casa resulta ser un tanto más calmado y es posible observar más cosas. Regularmente acostumbro usar los autobuses de la Red de Transporte Urbano, conocidos por algunos como los ex R100 o llamados por otros como RTP’s, pero ésta y a manera de ejercicio –solicitado por el profesor de Taller de Periodismo-, me animé a usar los famosos “microbuses”. Al subir noté el clásico letrero pegado junto al timbre que anuncia: Pasando la calle no hay parada.
“La Sabrosita” suena estruendosamente en la radio, el mofle emula un avión a punto de despegar cada que el chofer acelera y el viaje se llena de colorido con los anuncios que hay en los parabuses y postes del alumbrado público, pero en especial uno atrae mi atención, no tanto por su diseño, sino porque trata el tema del momento: la tortilla.

Este anuncio reza algo así como:

TORTILLA: $3.90 Kg.

Y en letras más pequeñas:

Máximo 5 Kg. por persona

¡Ah! Sin duda, como dijo alguno de nuestros pasados presidentes: “La familia pequeña vive mejor”.

Por lo demás el regreso a casa transcurre con lo normal: cláxones mentando madres, cerrones, acelerones y demás violaciones cotidianas al reglamento de tránsito.

Ya para llegar a casa, por seguir observando un lío familiar entre una señora gorda y su pequeño hijo que le ha derramado el helado sobre su vestido nuevo, olvidé tocar el timbre. ¡Carajo! ¡Ahora me bajará hasta la otra esquina! –pensé-, así que “sólo por curiosidad” toqué el timbre del microbús cuando ya estábamos cruzando la calle y ¡Oh sorpresa! Descubrí que, contra lo que dice el letrerito que esta junto al timbre, si hay parada pasando la calle... ¡obvio esto lo sabe todo buen citadino!